Capítulo 24: La imagen de Victoria


Desde el primer momento en el que su nieto Álvaro le dijo que tenía un hogar de niños huérfanos, Victoria Del Solar supo perfectamente que le estaba mintiendo; sin embargo fingió no saberlo, ya que así podría entregar el dinero de su herencia en cuotas, obligando a Álvaro a encargarse de las tareas del orfanato, incluso aunque las vea como una carga pesada y las cumpla por obligación, muy lejos de realmente preocuparse por la causa.
Así, al menos, su imagen estaría totalmente limpia: ya no sería el eterno adolescente fiestero e irresponsable que pasaba todo el año de vacaciones, sino que pasaría a convertirse en el Del Solar que se preocupaba por los más carenciados.
La imagen. Eso era todo para Victoria Del Solar. Desde chica, sus padres siempre le habían dicho que una buena imagen podría ahorrarle muchos disgustos en su vida, y que causar una buena impresión era lo que más debía preocuparle, especialmente por ser mujer.
Y ahora que su nieto era un fugitivo de la ley, que había escapado junto con la mujer que había manchado el nombre de su empresa, sentía que su imagen volvía a perjudicarse de nuevo. Y no solo la suya, sino la de toda su familia.
¿Por qué no podía Álvaro ser un poco más parecido a Juan Ignacio? Él nunca la hubiera traicionado así. Era responsable, correcto, competente… siempre mostraba una imagen impecable. A decir verdad, Victoria siempre había deseado en secreto que su nieto hubiera sido Juan Ignacio. Pero claro, eso estaba fuera de su alcance. Lo que sí podía hacer, sin embargo, era tratar de manipular a Álvaro como había hecho siempre con todos: quiera o no, él tenía que convertirse en el modelo de nieto que ella siempre había soñado.
Avanzó unos pasos en el comedor, acercándose a los chicos y observándolos detenidamente, a ellos y al lugar donde estaban viviendo. Ninguno decía nada, sin saber exactamente por qué.
—¿Van a empezar a festejar sin mí, chicos? —preguntó, sarcástica.
Incluso quienes no la conocían percibieron, por la cara de los otros, que algo andaba mal. Supieron al instante que su presencia indicaba la peor de las suertes.
Ingresaron entonces algunas personas más: Nadia, roja de la furia; algunos policías; y Juan Ignacio, con una sonrisa victoriosa.

—Qué viajecito se hicieron. ¿Soledad y Álvaro no vinieron con ustedes? —preguntó Juan Ignacio.
—Eso a vos no te importa, enfermo —replicó Lucas con fuerza.
Victoria lo miró con firmeza. —¡Esos modales! ¿Así te enseñó a hablar mi nieto? Mocoso insolente.
Su voz inspiraba respeto, y hasta cierto temor. Era como si cada palabra que dijera cobrara una fuerza sobrenatural por sí misma, independientemente de lo que estuviera diciendo.
—Los estuve buscando por mucho tiempo… o al menos a la mayoría de ustedes —dijo, viendo que no reconocía algunas de las caras presentes—. Saben por qué los buscaba, ¿no?
—¡Álvaro y Soledad ya nos contaron todo! ¡Si se piensa que nos va a llevar a ese reformatorio «Las Sombras» está muy equivocada! —Lucas dio un paso al frente, desafiante—. ¡Ni a mí ni a ninguno de nosotros! ¡No le tengo miedo!
—Me gusta tu valentía, pero no te olvides: ustedes escaparon. Fueron cobardes, al igual que Álvaro. Ahora tienen que pagar… Pero no se preocupen, soy una mujer misericordiosa, así que les voy a dar una oportunidad de quedarse acá o donde ustedes quieran. Solo tienen que responder una pregunta. Sencillo, ¿no les parece?
—¿Si le respondemos podemos volver a Rincón de Luz? —preguntó Mateo con inocencia.
—Sí, chiquito. —Victoria se acercó y le acarició la cabeza. Lucas alejó a su amigo de ella.
—No lo toque —ordenó.
—Como estaba diciendo… lo único que tienen que hacer es decirme dónde están mi nieto y esa mujer que le llenó la cabeza de estupideces.
—¡Lávese la boca antes de hablar así de Sole! —exclamó Nadia, como nunca nadie la había visto antes—. ¡Para su información, ella no es ninguna estúpida!
—Nosotros no sabemos nada —anunció Lucas—. Y aunque supiéramos no se lo diríamos nunca a una vieja loca como usted.
—Se acabó —dijo entonces la mujer, claramente ofendida por las palabras de Lucas—. No puedo pasar un segundo más frente a estos huérfanos maleducados.
—¿Entonces se va a ir? —preguntó Malena.
—Yo no, los que se van son ustedes —respondió, y le entregó un papel a uno de los policías—. Esta es la lista de los huerfanitos que están fugitivos del hogar Rincón de Luz. Llévenselos al reformatorio.
Los hombres, luego de mirar la lista un momento, procedieron a esposar a Mateo, Malena, Amir, Úrsula, y Lucía.
—¡¿Qué hace?! ¡No nos puede esposar!
—¡Exijo que me suelten ahora mismo! —exclamó Amir.
—¡No me toque!
—¡Déjelo! ¡Es muy chiquito! ¡¿No tiene corazón?! —gritó Nadia cuando esposaron a Mateo.
Lucas empujó al policía que se acercaba a esposarlo, haciéndolo retroceder algunos centímetros. Sin embargo, mientras intentaba escapar, Juan Ignacio logró atraparlo y lo entregó al policía más cercano, quien finalmente pudo esposarlo.
—¿Pensaron que no los iba a encontrar solo porque se mudaron de hogar y de ciudad? Chicos, por favor —dijo Victoria—. Soy una mujer muy poderosa, no era demasiado difícil saber que se estaban escondiendo en el antiguo hogar de Soledad. Si esperé hasta este día para venir a buscarlos, fue simplemente porque quise probar su inteligencia dándoles algunas semanas de ventaja. Pero de tal palo, tal astilla: son tan necios como mi nieto.
Los policías sacaron a los chicos de Rincón de Luz a la calle, metiéndolos en autos diferentes. Josefina, Estrella, Paco, y Nadia intentaron ayudarlos a soltarse, pero no pudieron hacer nada: debieron limitarse a observar a sus amigos siendo atrapados desde la puerta del hogar.
—¡Se va a arrepentir muchísimo de todo lo que está haciendo! —gritó Lucas desde el auto donde lo habían obligado a entrar—. ¡Cuando se dé cuenta de que todo esto es culpa de Juan Ignacio, ese tipo al que tanto defiende, y de todo el daño que hizo, va a ser demasiado tarde!
—Aceleren —indicó Victoria con frialdad. Los policías le hicieron caso, y cinco minutos después los chicos de Rincón de Luz se habían alejado tanto que ya los había perdido de vista.
—¿Cómo puede ser tan mala? Algunos de esos chicos ni siquiera tienen diez años. ¿Por qué le gusta tanto ver sufrir a la gente? —preguntó Nadia, en medio de un llanto descontrolado.
—Ahora hay que ver dónde están los demás —dijo Victoria con los policías que no se habían ido: había ordenado específicamente uno por cada chico que vivía en el hogar de Álvaro.
—Faltan cuatro: Julián, Carola, Ezequiel, y Laura —dijo uno de los policías, leyendo el papel.
Nadia, en un ataque de angustia, abrazó a sus compañeros del granero: al menos ellos podían estar a salvo, pero eso no quitaba la enorme tristeza que le generaba perder a los chicos de Rincón de Luz, con los cuales se había encariñado muchísimo en muy poco tiempo.
—¿Y qué están esperando? ¡Empiecen ya mismo a buscarlos! —ordenó Victoria a los policías—. Deben estar escondidos por la casa. Yo voy a buscarlos también, así los encontramos más rápido. Mientras tanto, vayan pidiendo refuerzos.
Victoria buscó por varios de los cuartos del pasillo, sin encontrar nada más que elementos de limpieza o de ganado. Oyó un movimiento desde un cuarto muy cercano y se acercó sigilosamente hacia allí, creyendo haber encontrado lo que buscaba. Grande fue su sorpresa cuando abrió la puerta y, lejos de encontrar un niño huérfano, encontró a un anciano muy pálido, de apariencia nada saludable, parado junto a una cama y mirándola muy fijo.

Era Joaquín. Había despertado.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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